Beto Ortiz, escritor rebelde, virtuoso, achorado y maldito, decidió compartir con los lectores de Peru.com un estracto de su nuevo libro 'Soy el hombre de mi vida'. Goce con la pluma, filosa como una katana Hattori Hanzo, del 'enemigo'.
Diré en mi defensa que, de vez en cuando, también recibo visitadores. Ya ustedes me entienden. Friends with benefits -que les dicen. Cinco, en total. No nos llames, nosotros te llamamos. Siempre los mismos, siempre puntuales, haciendo gala de la inconfundible fidelidad de los verdaderos caseritos desde hace años.
Sonará un poquitín controversial pero estoy convencido de que esta sabia modalidad de relación que combina cama y camaradería puede llegar a ser muchísimo más honesta que la penosa pantomima que son la mayoría de matrimonios que conozco.
En mi caso, no me hace falta hacerle creer a nadie que es "titular". Tampoco hacerse el cojudo y fingir que realmente te lo crees. No necesitas ocultar nada porque todos los jugadores saben perfectamente que no están solos en el juego y que, al mismo tiempo, existen todos los demás. A nadie engañas y, en consecuencia, a nadie haces sufrir. Son amigos entrañables y, muy esporádicamente -digamos: una vez cada dos meses - protagonizan un revolcón de grandes proporciones. Y listo, todos felices y contentos.
No te estoy vendiendo la fórmula, por si acaso. Lo más probable es que no te cuadre. Amiguitos, no intenten esto en casa. Pero en mi caso particular, vaya que funciona: Sabes de cada quién lo que recibes y sabes a cada quién lo que le das.
Nada de eso me impide, sin embargo, vivir perdidamente enamorado. Enamorado de un hombre, claro. De uno solo y, hasta nuevo aviso, de ninguno más. Si no estamos juntos ahora es porque ocurre que él se reprodujo y que ese hijo -supongo que se entiende- no lo tuvo conmigo. Es un hijo hermoso que lo ha llenado de una alegría que no le conocía, de una especie de extraña luz que, a mis ojos, lo embellece más. Y cuando esa luz lo alcanza, me alumbra de rebote.
Sé que he de sonar confuso, pero hagan un esfuerzo en entenderme. Soy un enemigo acérrimo de la idea de que el amor te otorga derecho de posesión sobre la gente.
No me siento ni celoso ni engañado. No siento que esa parte del corazón que ya es mía me la tenga que arranchar con nadie más. Esa es mi vida y si no les gusta no hay problema, no me ofendo porque a quien tiene que gustarle no es a ustedes sino a mi.
Escribe: Beto Ortiz
Sonará un poquitín controversial pero estoy convencido de que esta sabia modalidad de relación que combina cama y camaradería puede llegar a ser muchísimo más honesta que la penosa pantomima que son la mayoría de matrimonios que conozco.
En mi caso, no me hace falta hacerle creer a nadie que es "titular". Tampoco hacerse el cojudo y fingir que realmente te lo crees. No necesitas ocultar nada porque todos los jugadores saben perfectamente que no están solos en el juego y que, al mismo tiempo, existen todos los demás. A nadie engañas y, en consecuencia, a nadie haces sufrir. Son amigos entrañables y, muy esporádicamente -digamos: una vez cada dos meses - protagonizan un revolcón de grandes proporciones. Y listo, todos felices y contentos.
No te estoy vendiendo la fórmula, por si acaso. Lo más probable es que no te cuadre. Amiguitos, no intenten esto en casa. Pero en mi caso particular, vaya que funciona: Sabes de cada quién lo que recibes y sabes a cada quién lo que le das.
Nada de eso me impide, sin embargo, vivir perdidamente enamorado. Enamorado de un hombre, claro. De uno solo y, hasta nuevo aviso, de ninguno más. Si no estamos juntos ahora es porque ocurre que él se reprodujo y que ese hijo -supongo que se entiende- no lo tuvo conmigo. Es un hijo hermoso que lo ha llenado de una alegría que no le conocía, de una especie de extraña luz que, a mis ojos, lo embellece más. Y cuando esa luz lo alcanza, me alumbra de rebote.
Sé que he de sonar confuso, pero hagan un esfuerzo en entenderme. Soy un enemigo acérrimo de la idea de que el amor te otorga derecho de posesión sobre la gente.
No me siento ni celoso ni engañado. No siento que esa parte del corazón que ya es mía me la tenga que arranchar con nadie más. Esa es mi vida y si no les gusta no hay problema, no me ofendo porque a quien tiene que gustarle no es a ustedes sino a mi.
Escribe: Beto Ortiz
